13.12.10

La columna de la semana.

Larga pero sin desperdicios, para el diario Democracia de Junín. Googleenlo, es un señor periodista.


LA COLUMNA DE LA SEMANA por Luis Domenianni

Entre ineptitud, embuste y frivolidad.

¿Pero qué esperaban? ¿Qué otro resultado puede arrojar el populismo facilista? ¿Qué se puede aguardar cuando el Estado no cumple, ni hace cumplir la ley? ¿Cuándo abandona su indelegable responsabilidad sobre el monopolio de la fuerza? ¿Cómo debe reaccionar una sociedad cuando los valores básicos que la deben regir son trastocados desde la cúpula del poder?

Estos y muchos más son los interrogantes que quedan pendientes de respuesta tras los sucesos de violencia ocurridos en el barrio de Villa Soldati de la ciudad de Buenos Aires.

De todas maneras, la cuestión de fondo es el paradigma que regirá la vida de los argentinos. Trabajo, estudio, capacitación y esfuerzo no parecen ya los elementos centrales en la búsqueda de una vida mejor. Esas cualidades que hacen libre a un hombre o a una mujer quedan de lado. En su lugar aparecen el hombre y la mujer cliente pendientes para vivir del favor político a cambio de la entrega de su dignidad.

¿Son esa mujer y ese hombre clientes culpables? Decididamente, no. Son víctimas. Tan víctimas como los otros, aquellos que se empecinan en continuar su búsqueda de libertad. Los unos porque quedan anulados. Los otros porque ven su camino sembrado de escollos artificiales. Los primeros hace rato perdieron la fe. Los demás, aún si insisten, ya no creen en nada.

Algo es seguro. Así, no se construye un país mejor. Así, de nada sirve el alto precio de la soja en los mercados internacionales. Así, los resultados de la educación son escuálidos aunque mucho se invierta en ella. Así, la salud sufre deterioro aunque la ciencia logre avances inimaginables. Así, la pobreza y, sobre todo, la indigencia campean aunque se declamen redistribuciones del ingreso. Así, la delincuencia y la droga encuentran terrenos propicios e infunden inseguridad entre la población. Así, los corruptos disfrutan de sus correrías amparados en una impunidad casi absoluta.

Insisto. Es un problema cultural. De valores. O se construye una sociedad fundamentada en el esfuerzo y la capacitación. O se edifica un facilismo fundado en la dádiva. En el primer caso, siempre el resultado es cohesión. En el segundo, inevitablemente, disolución.

Ceguera uno.

Ninguna sociedad puede voltear la cara ante la presencia de sectores indigentes que la compongan. No es justo. No es válido. No es solidario. No arroja buenos resultados. No puede haber indiferencia ante la desgracia del prójimo. Un niño no debe morir porque sus padres no pueden alimentarlo. O porque desconoce quienes son sus mayores. Tampoco debe dejar de ir a la escuela. No debe trabajar. Mucho menos pedir limosna. Ni vivir en la calle.

No se trata solo de un problema ético o de conciencia social. Se trata hasta de una cuestión práctica. ¿Vale reclamar por la inseguridad cuando se es indiferente a la realidad descrita? Decididamente, no. Ese menor que pide monedas en una estación ferroviaria, casi inevitablemente, dentro de poco tiempo, arrebatará carteras de ancianas que suben al transporte público. Aspirará pegamento o se convertirá en adicto al “paco”. Luego, asaltará kioscos o remises. Su enajenación lo llevará del simple delito al delito violento. Habrá víctimas. Finalmente, casi con certeza no llegará a adulto. Alguien, policía, víctima de sus delitos o cómplice de sus fechorías, lo matará. Su lugar será ocupado por otros tantos que nacen, viven y morirán como él.

Esa y no otra será su historia. Puede haber excepciones. Pero, es la regla. La vida de ese menor no es producto del azar. Es, en primer término, el resultado de una política neoliberal desarrollada por el peronismo menemista en los años 90. Fue en aquella etapa cuando la sociedad argentina se partió en dos. Algunos favorecidos que viajaban, de manera artificialmente barata, por el mundo o compraban electrodomésticos en cuotas. Y otros muchos que perdían su trabajo como resultado de políticas antiproductivas y, cuya falta de calificación, les impedía recuperar, por siempre, un empleo. Fue el germen, la semilla de la marginalidad. Llegó y se quedó. Como vamos, difícilmente pase a ser un mal recuerdo.

Y el marginal –más correcto sería decir el marginado- aprendió y comprobó que ese iba a ser su “status” definitivo. Perdió, por tanto, la esperanza. No le quedó otra que la “changa” esporádica y/o el delito. Su descendencia creció marcada por el sino de la indigencia. No conoció, ni conoce otra forma de vida. No alberga esperanza. Le da igual vivir o morir. No hay futuro. Solo presente. Vale el ahora. Y no vale, nada más. Resultado: delito y violencia.

Ceguera dos

Luego llegó el nuevo milenio. Y con él, la necesidad de atender o al menos de no ignorar la marginalidad. Existían dos opciones. Retornar al país productivo o usar la marginalidad con provecho político. El peronismo kirchnerista gobernante optó por lo segundo.

No se trató entonces de regenerar un tejido productivo. Ni de jerarquizar la educación. No se trató de construir una red de contención para los desfavorecidos con la intención de reintegrarlos a la sociedad. Se prefirió mantenerlos como tales y coptar sus voluntades con dádivas de menor cuantía que los atara definitivamente al carro K.

Nadie habló nunca de un seguro nacional de desempleo decreciente anualmente y con capacitación obligatoria a cargo del Estado. No. Fue preferible inventar planes de escasísima productividad cuya distribución quedó a cargo de punteros y organizaciones pseudo sociales para generar clientelas cautivas y, de paso, recaudar. Casi no se habla de esfuerzo, ni de capacitación. Y la única obligación realmente exigida consiste en la asistencia perfecta a marchas o encuentros políticos para escuchar indiferentes consignas que no entienden, ni les interesan.

Es así, que tras años de bonanza económica gracias, en buena medida, al alto valor internacional de los productos que la Argentina exporta, la indigencia no solo no quedó atrás, sino que aumenta y, por ende, aumenta la inseguridad. Los hechos de Villa Soldati constituyen una muestra de ello.

Engaños

Que los “okupas” son bolivianos y paraguayos. Que los conflictos sociales no deben ser reprimidos. Que la protesta social no debe ser penalizada. Que los alumnos de las escuelas secundarias no deben ser castigados aún cuando causen desmanes. Que todos deben aprobar, aún cuando no sepan nada. Que no hay inflación. Que no existe la inseguridad. Etcétera. Etcétera.

Parecen cuestiones diversas pero todas están relacionadas con la batalla campal del Parque Indoamericano.

¿Cual es la importancia de la nacionalidad de los ocupantes? ¿Acaso, inmigración boliviana y paraguaya no hubo siempre? ¿Ser paraguayo o boliviano implica un sinónimo de “okupa”?

¿Por qué no nos ocupamos del fondo de la cuestión? ¿Alguien piensa que de pronto, de la noche a la mañana, cerca de cuatrocientas personas de escasísimos recursos se organizan para tomar un predio? ¿Quién confeccionaba las listas para la asignación de parcelas? ¿Quién cobraba alrededor de mil pesos a los futuros “propietarios”? ¿Quién usó la desesperanza de la gente para cometer un fraude? ¿A quién benefició políticamente, al inicio, la ocupación?

Obvio resulta que las respuestas no deben buscarse en el origen nacional de los ocupantes.

¿Desde cuando conflictos y protestas sociales que se salen de cauce no deben ser reprimidos? ¿Es válido cortar calles, avenidas y autopistas? ¿Usurpar espacios públicos y propiedades privadas? ¿Ante el caos cotidiano en las principales ciudades del país quienes trabajan o estudian sólo deben exhibir resignación? ¿Eternamente deberemos ver manifestantes –sociales o agropecuarios- interrumpir el tránsito y el normal desenvolvimiento de las actividades productivas? ¿Manifestar, sobre todo cuando se es oficialista, es una nueva actividad profesional remunerada con planes sociales, choripanes, traslados pagos y demás yerbas?

Obvio resulta que las respuestas deben buscarse en el sistema de clientelismo político que arrastra en la metodología aún a los opositores.

¿Si no hay castigo para nadie, por qué los adolescentes van a autodisciplinarse? ¿Por qué van a estudiar, si no reprueban? ¿Por qué maestros y profesores van a ejercer con responsabilidad su función, si los presionan para que los resultados sean buenos aunque los niños y los jóvenes nada aprendan? ¿Por qué un policía va a actuar ante un delito cuando el gobierno deja que la gente se mate durante cuatro días sin intervenir?

¿Mentir en los índices inflacionarios es inocuo? Es tan grave que no solo trastoca el desarrollo económico, impide las inversiones y reduce la creación de puestos de trabajo, sino que afecta sensiblemente a quienes menos tienen aunque un pobre ministro de Economía opine lo contrario.

¿Qué que tiene que ver con el bochorno y los muertos del Parque Indoamericano? Nada más y nada menos que la imposibilidad de los ahora ocupantes de continuar pagando alquileres que alcanzan a los mil pesos por una más que precaria habitación en una villa de emergencia. No, la inflación no es inocua.

El kirchnerismo no es malo porque aplique una u otra medida que algunos consideremos equivocada. Ni siquiera lo es por los escándalos de corrupción que le estallan uno tras otros. Lo es porque nos impone una cultura, un modo de pensar, una forma de actuar que nos lleva al desastre. Al enfrentamiento y a los muertos.

Ineptitud

Mauricio Macri demostró, una vez más, que no está a la altura de las circunstancias. Desde estas columnas sostuvimos que crear la policía metropolitana en contra de la voluntad del gobierno nacional, es decir sin traspaso de los efectivos de la Federal, iba a traer consecuencias graves. Una cosa es la razón y otra la oportunidad política.

Macri lo ignoró y pagó los precios. Primero del espionaje, ahora del desmán con cadáveres y heridos por doquier en el Parque Indoamericano. Tal vez él pague un costo político. Los muertos y los heridos pagan un costo mucho más alto.

Pero además es un inepto porque lo que pomposamente se llama Parque Indoamericano, de parque no tiene casi nada, salvo una pequeña porción. El resto es un descampado invadido por malezas. Casi una invitación a la ocupación ilegal. Más aún cuando enfrente están los K que no reparan en métodos con tal de aplastar a quienes encuadran como enemigos.

Macri no puede mirar para otro lado. No puede limitarse a echar culpas sobre el gobierno nacional, que las tiene, como si fuese inocente. Algo de razón le cabe a Aníbal Fernández, aunque sus intenciones sean aviesas, cuando dice que la metropolitana no pudo asegurar el predio luego del desalojo inicial. Ni lo aseguró, ni lo intentó.

Ahora resulta que Macri reconoce que la metropolitana no tiene capacidad operativa para este tipo de conflictos. Entonces ¿Para qué la creó? ¿Pensó que los K no se iban a dar cuenta? ¿Qué la dejarían pasar? Decididamente, con ineptitud e ingenuidad no se puede pretender un destino superior. El precio no es enmendar un error. Es lamentar cuatro muertos y varios heridos.

Embustes

Si Macri es un inepto, Aníbal Fernández es un embustero profesional. El embuste se diferencia de la mentira. La segunda niega la verdad. El primero la disfraza para desnaturalizarla.

La absurda disputa que sostuvo con Macri acerca de la xenofobia mientras la gente se mataba a pocas cuadras junto con su tramposa defensa de la no intervención policial cuando todos vimos a la Federal gatillando en la primera noche de enfrentamientos, seguida por su silencio frente a los pedidos de ayuda que le llegaban desde el inepto macrismo, conforman un cuadro de embuste continuo que no hace sino abonar un terreno donde brilla por su cara… dura.

Nunca, en su vida, podrá explicar, aunque le sobren palabras, la ausencia policial –tampoco lo podrá hacer Macri- en la batahola del viernes por la noche. Nadie puede decir que no se trató de una lucha anunciada. La autoconvocatoria de los vecinos para las 19, el ingreso de más ocupantes al predio, el miedo generalizado sobre la inseguridad –que no es una sensación- por un lado, la desesperación económica –que no reconoce redistribución de la riqueza- por el otro, presagiaban la violencia. Para todos, menos para Fernández y el inconsistente Julio Alak, quién, aunque usted no lo crea, era al momento de los hechos ministro de Justicia y Seguridad.

En un país serio, cuatro muertos y varios heridos implican, al menos, renuncia de ministros. En la Argentina K, no.

Frivolidad y política

Mientras piedras, palos y disparos arreciaban en el suroeste de la ciudad de Buenos Aires, en Casa de Gobierno, Cristina Kirchner hacía gala de un autismo rayano en la frivolidad.

Lejos de preocuparse por muertos y heridos explicaba, en una triste respuesta al intento de desviar la atención sobre el verdadero problema que ensayó Macri cuando habló de la ley inmigratoria, que sus empleados domésticos chilenos en su mansión de El Calafate son muy buenas personas. Sin palabras.

Pero, de pronto, sin explicar por qué, ni para qué, anunció la creación de un Ministerio de Seguridad. Y decidió que Nilda Garré lo encabece.

Dos lecturas. Si el gobierno no tiene nada de qué arrepentirse, por qué crea de la noche a la mañana un ministerio de Seguridad al momento de su mortal inacción en el Parque Indoamericano ¿Reconoce que Julio Alak fue un pésimo ministro? ¿Reconoce que el verdadero jefe de la Federal, Aníbal Fernández, fracasó? ¿Implica un cambio de actitud frente a una realidad hasta ahora negada?

Si la respuesta a lo último fuese positiva, el personaje elegido para desempeñar el cargo no parece dar la medida. Poco importa si Garré se caracterizó por una carrera política de saltimbanqui. De su filo montonerismo de los años 70, a su diputación justicialista durante el menemismo, de su salto al FREPASO y su actuación como viceministro del Interior durante el gobierno de De la Rúa a su transversalidad kirchnerista, muchos, quizás demasiados, fueron los avatares de esta ex embajadora política de Néstor Kirchner en… Venezuela.

Pero, no importa. Hagamos abstracción del pasado. Su único mérito como ministro de Defensa fue su inacción con excepción hecha del “revanchismo” fuera de tiempo que la llevó a hechos tan trascendentes como descolgar un cuadro del criminal Videla en el Colegio Militar o cajonear el ascenso de oficiales por portación de apellidos –hijos y sobrinos- vinculados con la represión asesina y la violación de los derechos humanos en la década del setenta.

Garré ostenta el triste record de obtener un presupuesto insignificante para las Fuerzas Armadas, cuyo resultado es la casi total incapacidad operacional de los efectivos militares. Están pero es como si no estuvieran. Los aviones no vuelan, los barcos no navegan, los tanques no ruedan. Los pilotos de la Fuerza Aérea que tanto cuesta formarlos emigran a las aerolíneas comerciales, no solo por mejores salarios, sino porque no pueden completar horas de vuelo ante la falta de repuestos y combustible.

Es tanta la improvisación que Cristina Kirchner ya nombró a Garré en Seguridad y aún no sabe quién la reemplazará en Defensa. Un granito de arena más para un país que ya no cuenta con capacidad militar para defender su territorio, sin hablar de capacidad disuasoria para que dicho territorio no corra peligro. Hasta un coronel boliviano se dio el lujo de entrar con tropa en la Argentina para solucionar una cuestión económica.

Si el mérito de Garré en Defensa es lo que la lleva a Seguridad, entonces “estamos a la parrilla”. Habremos reemplazado al embuste, por la nada.

Disculpe el lector el tono de la columna. Pero el precio de cuatro muertos pagado por la decisión del Estado de no ejercer el monopolio de la fuerza es excesivamente alto para cualquier conciencia.

Hace bien Cristina Kirchner en vestir luto. Por su marido, claro. También por Marcelo Ferreyra, por los argentinos tobas de Formosa y por los cuatro muertos del Parque Indoamericano.

4 comentarios:

Ezequiel M. dijo...

Habría que decirle que es Mariano Ferreyra

Flo® dijo...

Tenés razón, cambia completamente el curso de lo dicho. Ya mismo le mando un mail!

Flo® dijo...

Listo, me dijo que en el diario, muy astutos, lo detectaron a tiempo y se publicó como tenía que ser; pero tampoco se escandalizó por el error.

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-150074-2010-07-24.html

Problema resuelto, podemos dormir tranquilos =)

Ezequiel M. dijo...

Es un detalle nomás.

Por qué esa nota de Emilio? a qué viene?