25.12.10

El día después.

Las fiestas tienen sus distintivos; el olor a jazmín en el aire es definitivamente de navidad. Pero nada parece quedarle al día después.
Para mi, lo genial del 25 además de la sensación de regalos nuevos, siempre fue correr al patio inmediatamente después de despertarme y dedicar las primeras horas del día a encontrar los fuegos artificiales que habían caido ahí despues de las 12. Era un evento de dos veces al año que sin dudas distinguía al 25 del 23, del 26 y del resto de los días, sin contar el primer día del año.

Los testimonios de la noche anterior resultaban ser cañitas voladoras de todos los tamaños, de todos los colores; algunas con paracaidas de papel que iban a parar a la espalda de una muñeca convirtiéndola de rubia tonta a aventurera apasionada por los deportes extremos. Era una búsqueda llena de magia, de pedacitos de madera y papel que dos veces al año caían del cielo.

Eso pensaba hoy mentras miraba el patio desde adentro de lo que solía ser mi cuarto, fresquita de aire acondicionado y sin mínima intención de salir.

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