15.5.11

La raya.

ADVERTENCIA: Quien escribe se encuentra bajo los efectos del domingo. No la deteste a causa de esta publicación.

No me imaginé ese momento como uno de los particularmente memorables de mi vida, pero lo fue. Entré al baño, me lavé las manos, me miré al espejo y me quedé congelada: justo arriba del entrecejo, ahí estaba (y está) mi primer arruga. Hubiese preferido que sea por vieja, pero no. Es una raya vertical de más o menos un centímetro que se me hizo por ser demasiado seria y estar siempre demasiado concentrada, con esa cara de persona que presta atención con el ceño fruncido y sacando trompita aunque el ceño también lo frunza bastante por chicata y por gruñona. De repente entendí por qué muchas veces me han dicho que tengo cara de enojada, todo por esa raya de mierda (lo acabo de fruncir).

Uso anteojos y empecé a usar una crema con glicerina a la noche, pero soy consciente de que tengo que hacer un cambio más de raíz. Por eso, otra vez, me fui al baño y me paré frente al espejo a encontrar una solución. Las rayas del enojo se revierten con cara de sorprendida, aunque eso en exceso arruga la frente y las cejas caídas también arrugan la frente pero en otro sentido. Demasiada cara de felicidad significa patas de gallo y marca los cachetes con dos rayas en forma de medialunas enfrentadas, una a cada lado de la boca. Pero la cara triste también involucra ceño fruncido y volvemos al principio. 

En fin, concluí que la solución a mi raya es ir por la vida una leve cara de sorprendida  mezclada con sutil felicidad, al menos por un tiempo. Después, como todo exceso es malo, lo ideal va a ser ir alternando entre las tres posibilidades que se barajan.

No me van a decir que tengo cara de enojada no more, ahora lidiaré con que me crean una completa esquizofrénica. 

Bueno, son precios que hay que pagar.

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