29.1.12

La visita.

Advertencia: Este texto NO narra hechos. 
Alguien una vez me hizo ver como uno siempre intenta ponerle nombre a las sensaciones; las vive, las procesa, las etiqueta y las guarda en una caja. El etiquetado, tanto para la simplificación de la sensación cuando ésta es presente, como para su recuerdo; porque después de un tiempo se puede abrir la caja y recordarlas sólo leyendo sus etiquetas. Pero hay un problema: poner una etiqueta a una sensación, siendo éstas de las cosas mas complejas que existen, implica una terrible, enorme, incalculable pérdida de información. 
Yo confío en que hay otra opción: ingeniárselas para que existan en su estado más puro y  poder guardarlas así cuando ya no estén más; sin ningún nombre, sin ningun cartelito, sin ninguna palabra que la defina, sin ninguna caja que le de forma.  
Por eso es que digo que este texto no es una colección de hechos, eso sería estúpidamente simple. Este texto es algo más ambicioso; es un montón de palabras, elegidas y ordenadas cuidadosamente, para que esbocen generando eso, una sensación.

f.


Vino.
Entró sin golpear.
Se metió en mi cuarto.
Me dio vuelta el ropero.
Se desvistió. 
Se probó todos los vestidos.
Me derritió las sábanas.
Me oxidó la cama.
Pisoteó el parqué.
Me vació la heladera.
Me manchó el sillón.
Me llenó los maceteros de puchos.
Se rió a los gritos.
Se tomó el café.
Lloró a los gritos.
Pidió helado.
Lo dejó tirado.
Lloró contenta.
Se enojó.
Floreció.
Me abrazó. 
Se aprendió mi espejo de memoria.
Se dio varias duchas seguidas.
Se pintó la cara.
Puso una música horrible.
La bailó neurótica.
Hizo una torta.
Lavó los platos.
Rompió un plato.
Se quiso ir varias veces. 
Barrió vidrios. 
Se enroscó en mi cuerpo.
Me enroscó.
Me cortó.
Me rompió.
Me curó.
Me quemó.
Me desveló.
Se durmió.
Soñó.
Se despertó.
Y en la mitad de la noche
pidió un taxi

y se fue.




p.s: Después de eso, me desparramé en toda la cama y dormí como un bebé.

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