12.7.09

Despertares tóxicos.

Abro los ojos con dificultad. Intento. Puedo sentir que, ciertamente, el mundo se mueve. Y yo me muevo a toda velocidad, pero mi cuerpo no cambia de posición. Veo que no corrió mucho el reloj desde donde estaba cuando los cerré. Me duele la noche anterior en la frente y la siento.Una noche de la que conservo solo parches. Sucesión de eventos cuya falta de orden cronológico me acuchilla arriba de los ojos. Vuelve todo el tiempo cuando me envuelve el olor de las sábanas, que también está en el aire y en mi piel. Me duele la piel. El corazón me late rápido. Es un latido incoherente; un galope inevitable que no se condice con mi estado de catatonicidad.  Y las patadas me llegan a la boca del estómago, donde el ácido se mezcla con la sangre y me quema. Me vuelve a la boca el sabor amargo de una noche de excesos de muchos tipos. Respiro lento, intentando inutilmente reducir al mínimo mis funciones vitales. Me duele la espalda. Me duele pensar.

Así son los despertares tóxicos de días que nunca empiezan, y generalmente contrastan con un sol brillante de domingo. 

Y en esos momentos, por llegar a eso con mi consenimiento y no tener más remedio que soportarlo y esperar a que pase, sólo hay un pensamiento constante que no puedo evitar suprimir. 

Me odio.

2 comentarios:

Luks dijo...

Traducción: Que pelotuda que soy por haberme puesto tan en pedo.
Era eso, No?

Flo® dijo...

Exactamente eso.