29.5.11

Caer preso.




En el momento en que estás del lado de la ventanilla con la mirada medio perdida en ningún lado y la cabeza volando por vaya a saber donde, desde el bondi que paró a la par del tuyo un par de ojos se te clavan en la frente. Cuando sentís ese pinchazo levantás la mirada y empieza el intercambio ad infinitum, como el de dos espejos enfrentados. Mirás, no dejás de mirár y los ojos no dejan de mirarte, es inevitable. No importa quienes sean los dueños de esos ojos ni cual sea su historia, ambos se permiten estar presos de ese momento porque saben que indefectiblemente van a salir de esa situación arrancados por una fuerza externa, cuando en breve los colectivos empiecen a moverse a distintas velocidades. Ambos saben que ese momento se va a terminar. 

Por eso lo aprovechan.
Y se miran.
Y se ven.

Cuando el colectivo se mueve tu mirada se pierde de nuevo, apoyás la cabeza en el vidrio y tu cabeza vuelve a volar, pensando que esos ojos te cambiaron el día.

No hay comentarios.: