30.10.10
Estúpida-Mente Natural
29.10.10
Trabajo.
Si estoy tipeando, quién me puede decir algo? Con postura rígida, seria y creando arrugas en la frente. Quién podría saber si en mi cabeza hay un informe, un monito dando vueltas o la nada misma? Yo, y a lo sumo Luis, Ingrid o Dani, si me ven el monitor. Bah, no; en la cabeza tengo una maraña que resulta indescifrable para mi también.
Esta mañana me agarró hinchapeloteada casi como siempre. Hinchapelotez mitigada por las charlas de oficina de debate matutino. Y pienso, qué enriquecedor es el debate y qué difícil. Ser capaz de escuchar. Ser capaz de transmitir una idea. Ser capaz de escuchar, pensar y formar una idea. Y con el combo, poder evolucionar y cambiar de opinión, lo que es sumamente valorable. La evolución del pensamiento, frecuentemente condenada bajo el título de ‘infidelidad a los principios' o 'incoherencia ideológica’ es caminar para adelante. Condenar ‘con el archivo’, me parece francamente de cuarta.
Bueh, leo y es puro chamuyo y encima me puse goma en un sentido filosófico insoportable; sobradas pruebas de que no tengo ganas de hacer un joraca. De todos modos, creo llegar a una hora de laburo por semana, eh. Así que puedo estar contenta porque en el censo no mentí cuando me preguntaron si ‘la semana pasada trabajé al menos una hora’ y por eso felizmente seré caratulada, como todos los que dieron su respuesta afirmativa, como ciudadana empleada....vaaaaaamoooooooooohhhhhhh!
7.10.10
Modo Parcial: ON
La eficiencia en el estudio depende de montones de factores. Yo, personalmente, para estudiar eficientemente tengo que estar bien dormida, sin hambre, habiendo ido al baño, y sin computadora, ni guitarra, ni TV, ni diarios, ni comida, ni alicate, ni pinza de depilar, ni música, ni perros, ni moscas, ni nadie alrededor. Marte,
Pero es increíble es como decae la eficiencia en el estudio conforme al grado de avance en la carrera. Y que llega un punto en el que uno siente que borra bytes ocupados por recuerdos de la infancia, para que entre alguna relación termodinámica o el metabolismo de las bacterias fotótrofas del azufre. De repente no me acuerdo el nombre de mi compañero de primaria, ese, el peticito liliputiense al que todos molestábamos, pero me acuerdo (con melodía incluida) los PUFAS: oleico, linoleico, linolénico, araquidónico…y me los voy a llevar a la tumba.
Son las 19.45hs, a las 8hs de mañana rindo. En estas últimas horas me asalta siempre la misma sensación. Padecí y sigo padeciendo, la caída exponencial de la eficiencia del estudio en las horas cercanas al parcial. Cuando era una bebé universitaria, era porque me pintaba el repaso frenético de todo, todo el tiempo; y mientras veía algo hacía un escaneo mental de todo lo visto. Claramente, eficiencia = CERO. Me tildaba a mirar las hojas y pasarlas y pasarlas.
Con el tiempo, las cosas se tornan algo distintas. Todavía me agarra un poco de la bruma de último momento, aunque no con ese nivel de obsesión y neurosis. Pero además, se combina con una paradójica ya-todo-me-chupa-un-huevo sensation, la culpable de que en este momento tenga ganas de irme al gimnasio, de que hoy haya leído 4 diarios, merendado dos veces, dormido la siesta y ordenado mi cajón de medias.
Ah, y posteado en el blog.
1.10.10
De Octubre a Octubre.
La primera vez que la vi fue la primera vez que fui desde la oficina a la facultad y por mucho tiempo estuvo ahí como algo que está en algún lado. Sin embargo, la primera vez que la noté fue mucho más tarde y desde ese día pasó a ser una señora en la vereda de Moreno, entre Cevallos y Solís.
Una señora gorda gorda, en la vereda, sentada arriba de unas bolsas de consorcio negras rellenas de cosas blandas. Las patitas se le veían cortas, casi como que le quedaban colgando. Los cachetes regordetes y colorados. En la cabeza pelo corto. A veces voraz, engulliendo algo farináceo. En días fríos, canas cubiertas con un gorrito y mucha ropa en todo el cuerpo. Mucha lana. Guantes tejidos.
Le adjudiqué un gran número de historias. Hacer eso con la gente en general, es mi pasatiempo urbano. Entre todas, las que más cotizaron eran la de la señora cartonera porque por Montserrat está lleno de cartoneros que duermen de día (pero, y los cartones?), o la de que trabajaba de noche y estaba descansando antes de irse a su casa. Pero me quedé con la de que estaba esperando a alguien que la levante, a ella y a todos sus bártulos. Claro, seguro había hecho una compra grande al por mayor para su negocio (que las guardaba en las bolsotas) y estaba esperando. Todas las mañanas tenía que hacer esa compra de ese algo tan voluminoso y blando, y todas las mañanas esperaba a que la pasen a buscar (no iba a viajar con semejante equipaje).
La escena se repitió de Octubre a Octubre, muchas mañanas y muchas tardes. Yo yendo, yo viniendo; de tapado, de jeans, de botas, de remera, de pollera, de zapatillas, de paraguas, escuchando música, hablando por teléfono, con el pelo suelto, con hebilla, con colita, apurada, con mochila, con morral, con bolsas de súper. Siempre hacia o desde la oficina, saliendo o entrando al hipócrita y burocrático mundo trajeado de la gestión pública, me topaba con la señora que compraba al por mayor y esperaba que la vengan a buscar. Ahí, en Moreno, entre Cevallos y Solís. A veces en la vereda de enfrente, a veces más allá.
Pero un día la escena fue levemente diferente. Con una sonrisa amable, miró y me dijo ‘disculpe señorita, que día es hoy?’ Era Miércoles 29. Tuve que parar la marcha para ponerla al tanto y no me quedó más remedio: la vi.
De repente, abrí los ojos. Una señora le daba una taza de té caliente. Las bolsas eran las mismas. La ropa estaba deteriorada. Adentro de las bolsas había frazadas. El gorrito era el mismo del Octubre anterior. Engullía lo que podía. De Octubre a Octubre me había creído una historia que no podía ser, por donde se la mire.
La señora gorda gorda de la vereda de Moreno, entre Cevallos y Solís, estaba cansada y tenía hambre.