No niego que esta sea otra asquerosa evasión a las obligaciones (si, maldita facultad), pero además creo que es una buena razón para volver al blog.
Tarde de sábado de 2011, hace doce años y un mes una colegiala aterrizaba en el mundo de fama de la mano de su primer disco con su virginidad como estandarte. La verdad verdadera es que la pantalla chica la mostró cuando tenía 12 años cantando canciones de Disney, pero no fue hasta sus 16 que la conoció el mundo entero.
Hoy es un ícono de la década que terminó, la artista femenina con mayor número de certificaciones por las ventas de sus álbumes en EEUU y, aunque Wikipedia la presente como "cantante, bailarina, compositora, actriz, modelo y empresaria estadounidense" parece ser, como mucho, un reflejo del pasado, humo y hasta un antiejemplo.
Empezó bailando con uniforme de escuela y yendo de gira bajo el ala protectora de Felicia Culotta una (digamos) señora mayor amiga de la famlia Spears. En entrevistas era disco rayado hablando con toda la gomosidad del mundo del amor incalculable hacia mamucha, papucho, hermano mayor y hermanita menor (de hecho, le escribió un libro a su mamá, Heart to Heart) y de los sueños hechos realidad. En esa época de virginidad sobrevaluada y acné, estuvo colgada en las paredes de mi cuarto. La seguía en MTV (en los diez más pedidos siempre peleaba la punta), grababa sus recitales en VHS y tenía los CD's originales. Claramente, era el ídolo teen que todo padre quería para su hijo.
Subió, vendió y ganó millones cantándole al amor y destilando inocencia y compuso la pareja de caras más lindas y limpias que "principeó" (el reinado era de Michael y la otra rubia veterana) el pop durante un tiempo.
Frase hecha pero cierta: Cuanto mas alto se llega, más dura es la caída y Britney cayó, la fama la empujó al vacío y los medios, los mismos que la pusieron en la cima del Everest, la llevaron en picada mucho más abajo que desde donde había empezado a subir.
Para ese momento ya la había descolgado de la pared y le perdí el rastro. Escuché que se casó borracha, tuvo un pibe, se rapó, se drogó, tuvo otro pibe, se siguió drogando, les pegó, afanó, engordó, obesó, violó la ley de varias maneras, se siguió drogando, perdió la tenencia de los pibes, todo entrando y saliendo de centros de rehabilitación y la vorágine no me deja ordenar los hechos cronológicamente. Pero lo igual o más lamentable es que los mismos que una vez le habían hecho Photoshop en los granitos, la empezaron a poner en primera plana, rapada golpeando un auto con un paraguas o con las partes al aire y la mirada extraviada. Esos mismos comerciantes hicieron primer plano de sus flotadores y de la nariz con polvito blanco. Así fue vista, todos levantaron el dedo índice sobre su cabeza rapada y la condenaron a muerte.
Anoche fui a un bar y volví a ver a la rubia, con algunos kilos por encima de lo que el estándar de belleza permite para una figura pública, la sensualidad de Lilita Carrió y la misma pasión en el baile que la que pone cuando usa el bidet. Pero aun así, me regaló cuatro minutos de emoción porque la vi resurgir de entre la mierda cual Ave Fénix después de la gripe aviar.
Por eso me pasé por acá, porque desde esos cuatro minutos de anoche que tenía ganas de sobrevolar esta historia y decirle a Britney : yo te banco.
Sea humo, un reflejo o una sombra, hoy canta otra vez y en su último chicle cerebral predica una frase que se comprueba en los hechos y no es nada menos que una lección de vida : Keep on dancing till the world ends.