Yo viajaba parada. Mis ojos revoloteaban azarosos. Miraba todo y a la nada misma, con la mirada divergente. De repente convergencia, de repente lo detecté; un tipo sentado a dos asientos de distancia contra la ventanilla, con dos tercios de su dedo índice metido en alguna de sus fosas nasales.
'Ojos estúpidos, yo se que no quieren seguir viendo esto' pensé. Pero ojos estúpidos siguieron mirando . Como cuando uno escucha 'mirá! un vómito!' e instantaneamente y como acto reflejo se voltea a mirar, arrepintiendose, dos segundos mas tarde, ante la imagen.
De casualidad mis ojos cayeron en el tipo. Sostuve la mirada inconsciente e involuntariamente por unos segundos, con una mezcla de incredulidad hipnótica y morbo. Pero pasados esos segundos, cuando mi 'yo' volvió al primer plano y decididamente iba a dejar de mirar al señor maleducado, decidí no hacerlo. Decidí que no podía creer lo que estaba viendo. Cómo puede haber gente que no haya desarrollado el pudor? Y el tipo seguía ahí, insistiendo con el índice, de a ratos con el pulgar. 'Estas sacando panes del horno??' le hubiera dicho; como me decía mi abuela si me pescaba en medio del acto, y esas eran palabras suficientes para que me invadiera la vergüenza y dejara de hacerlo. Pero con el tipo no iba a funcionar.
Esperaba que la mirada sostenida, ya lascerante y llena de indignación, saquen a flote en el tipo la vergüenza perdida. Entonces algo pasó. Se dio cuenta de que lo estaba mirando. Me miró una vez volteando la cabeza y rápidamente la volteó de nuevo, a mirar por la ventanilla. Yo no movia mis pupilas. El tipo me miraba de reojo en intervalos primero de 3 segundos y mas luego de 2. Siempre con su índice incrustado en la nariz. Yo lo miraba; y mientras más lo miraba, el tipo más miraba hacia la ventanilla.
Y fue ahí cuando empezó la parte divertida. Empecé a jugar; me aseguraba de no mirarlo y que me vea cuando no lo estaba mirando; entonces el tipo libremente volvía a 'descolgar los cuadros' sin ningún recaudo. Y cuando eso pasaba, yo volvía a lanzar un súbito giro de cabeza clavandole los ojos, y él de repente se percataba de mi mirada sobre su índice e instantáneamente volteaba la cabeza hacia la ventanilla.
Nos vimos envueltos en un juego asqueroso, en el que el tipo me miraba de reojo para ver que no lo mire, y mientras más lo miraba, más volteaba la cabeza hacia la ventanilla. Y mientras más volteaba la cabeza, más adentro entraba en índice.
Cada tanto, si no estaba mirando, amagaba a mirarlo . O si lo estaba, amagaba a no mirarlo.
El tipo me miraba de reojo, puteandome por dentro. Deseando que me quede ciega en ese instante, o que me crezca de repente un moco tan grande y duro que no me deje respirar.
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Pero nunca se sacó el dedo de la nariz.