6.3.09

Fin del viaje.

Mi alma se llenó de alegría cuando pude divisar las luces a lo lejos. Se me aceleró el pulso y la respiración.
Después de esperar años sola en la estación. De a ratos me quedaba dormida. De a ratos sentía que no era una espera, sino que era mi vida. Una estación fría, llena de gente; pero donde nadie me veia ni hablaba mi mismo idioma. Sentí felicidad verdadera en la panza cuando supe que esas luces se aproximaban. Venían a mi. Tuve que entrecerrar los ojos, porque eran imponentes, enceguecedoras.
Era un tren que nunca antes había visto, pero que cuando lo vi supe que era el que yo debía tomar. Era el que me llevaría a todos los lugares donde siempre quise ir.
El tren se detuvo ante mis ojos. Tenía una sola puerta. Varios asientos. Venía de otros lugares, donde otras personas habían terminado su viaje. No me importó ni que lugares ni que personas. Porque ese deslumbrante tren finalmente había llegado. Y estaba vacío, era todo para mi. Sentí como si el tren también me hubiese estado esperando. Eso me alegró aún más.
Las puertas tardaron en abrirse. Tuve que ayudar haciendo un poco de fuerza, estaban un tanto atascadas. Eso me hizo pensar que quizás yo no tenía fuerza suficiente para abrirlas. Que quizás no era ese mi tren. Pero finalmente lo hice. Yo sabía que sí lo era. Y pude. 
Entré.
Por dentro estaba algo deteriorado, se notaba que otras personas habían estado allí y no lo habían cuidado como se merecía, como yo lo hubiese hecho. Eso me enojó muchísimo. Me dio mucha impotencia por no haber podido evitar tantos daños. Valiéndome de pocos recursos intenté repararlo un poco.
Luego de unas horas de viaje cai rendida en uno de sus asientos.Y supe que el tren y yo nos necesitabamos mutuamente. 
Todo estaba bien. Yo sentía que estaba a bordo de mi tren, viajando a muchos kilómetros por hora, en la dirección correcta.
Me animé a recorrerlo. El tren no era todo igual. Tenía partes hermosas, inexploradas.
Por momentos miraba por alguna ventana y sentía que no conocía el paisaje, que estábamos cambiando de dirección. Me daba miedo. Pero un instante más tarde me relajaba. Era el viaje soñado, en un tren que se había convertido en mi casa.
Me entregué ciegamente y por completo, a que me lleve donde vaya; porque ahí quería estar.
Después de poco mas de un año de viaje, un día de nada de sol, me bajé del tren creyendo que era una parada más, como tantas que habíamos hecho ya. Pero esa vez tardé demasiado, y cuando volví el tren ya no estaba. No sé bien por que tardé, sólo sé que nunca pensé que se iría. 
Se fue.
Me esperó y yo nunca llegué. Y siguió su viaje.
Se fue.
Y acá me quedé yo. Varada en esta estación donde todo es extraño. Donde no conozco a nadie, ni nadie me conoce. Las alas se me cayeron, porque sé que ese era el único y el último tren.
Y yo nunca quise que este lugar sea el fin de mi viaje. Nunca pensé que este era mi destino final, creí que debía bajarme más adelante, quería bajarme más adelante, quería llegar al final del recorrido.
Ahora todo es una espera. Una espera inútil. Porque era el único y el último. No hay otro a donde subirme. No quiero otro a donde subirme. Ya no quiero viajar. 
Quizás espere inútilmente a que vuelva por mi. 
O quizás la espera sea esperar a convertirme en tren, y pensar que en alguna parte alguien está viendo mi luz a lo lejos. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante.... tu tren tiene nombre y apellido?

Flo® dijo...

Si.